miércoles, 26 de octubre de 2011

Dolor de espalda

Me puse otra taza de café. Era la tercera desde que me había sentado a desayunar. No había dormido ni un solo minuto en toda la noche. No pude de pensar en lo que pensaría Aaron si me viera... Dante se durmió enseguida se durmió y se empezó a mover y a girar sobre si mismo, madre mía parecía que estuviera dentro de una lavadora centrifugando. Yo intenté apartarme en parte para que no se despertara y en parte porque no quería tocarle, mejor evitar la tentación todo lo posible (dentro de estas extrañas circunstancias). Estaba empezando a amodorrarme cuando de repente suspiró y me cayó un brazo en la cabeza.

 Me puse totalmente tiesa. Casi me muero del susto. No le moví el brazo para no despertarle, ya que me había dejado dormir en su habitación no le iba a molestar más. Pensé que dentro de un rato lo quitaría y así fue, pero me dio otra vez en la cabeza antes de quitarlo. Bueno, ya no me podía pasar nada más.

¡Ilusa de mí! La noche fue una sucesión de patadas golpes y arañazos en mis piernas, cabeza y espalda. En fin, como he dicho antes, la noche sin pegar ojo, y subrayo lo de pegar. Al levantarme me crujió toda la espalda y me tuve que ir encorvada como los viejecitos.

Empezaba mi cuarto café cuando llegó Dante por la puerta del pequeño comedor. Llevaba puestos unos vaqueros gastados y una camisa blanca que se estaba abrochando. Seguía encantadoramente despeinado. 

Cuando me vio me sonrió (wuau!, menuda sonrisa) y me dijo:

-Buenos días. Oye, ¿no te habré dado algún golpecito por la noche? Es que cuando no duermo en mi cama duermo mal y me muevo.
-No creo que peor que yo-dije por lo bajini. Pero como parecía preocupado de verdad todo lo contrario- Pues nadie lo diría. De verdad que he dormido como si estuviera yo sola.

Pareció quedarse bastante aliviado. Me volvió a sonreír y se fue a por el desayuno. Mientras no miraba me derrumbé sobre la mesa de puro agotamiento.

Cuando acabó de coger el desayuno vino hasta mi mesa y se sentó tan pancho, como si estuviera en su casa. Lo siguiente que me dijo me pilló por sorpresa.

-Bueno y que te parecería que te enseñara la ciudad en compensación a la noche tan movidita que te he dado.
-¿Qué?
-Bueno con tanta patada no lo habrás pasado muy bien y quiero compensarte.
-¿Tan mala actriz soy?
-Sí, y además tienes arañazos por todas partes y parece que llevas toda la cafetera.
-Pero esos me los hice antes, cuando tropecé con mi maleta y me caí.
-Sé perfectamente que tus piernas estaban intactas cuando entraste en mi habitación- dijo con sonrisa gatuna.

Me puse totalmente roja y decidí no contestarle. Pero el me miró y me dijo:

-Entonces, ¿aceptas mi oferta?
-Esta bien, como compensación
-Por compensación- y levanto su zumo para brindar. Brindé con mi taza de café, pensando que nunca antes me había sentado mejor tomarme una cafetera entera.

domingo, 13 de febrero de 2011

Pequeño hotel

Mi hotel, bueno, en realidad nuestro hotel, estaba en una esquina de una calle cercana a las grandes vías. El hotel era de una sola estrella. Ya se que tenía un montón de dinero, pero lo elegí por el encanto. Me enteré de que en los hoteles malos de toda Italia había cucarachas. Y odio las cucarachas. De pequeña de desperté con una manada de cucarachas en la cara y desde entonces no las aguanto.

-Hemos llegado, este hotel es mi preferido de Nápoles. Lo malo es que hay algunos bichos.
-¿Qué tipo de bichos?
-Cucarachas
-Dios, la suerte huye de mí.
-¿Tienes miedo a las cucarachas?-lo dijo casi riéndose, lo que me enfadó bastante.
-A ti qué te importa. Vete a tu madriguera de cucarachas.
-Tampoco hace falta ponerse así. Yo solo preguntaba.-Se fue enfadado como un niño pequeño. La verdad es que fue bastante gracioso.

Entré en la habitación dando un portazo y tiré la maleta sobre la cama. Inspeccioné  toda la habitación en busca de los asquerosos bichitos con antenas. No encontré ninguno, pero sabía que aparecerían por la noche, para mi gigante y grandísima desgracia. Me metí ne  la cama e intenté olvidar ese pequeño detelle ta HORRIBLEMENTE asqueroso.

Bip bip! Era el movil. ¿A quién se le ocurría envier un SMS a las tres y cuarto de la mañana? A un gilipollas, pensé. Ere de Aaron. Decía:

Estaré en Paris. Te amo

Que romántico... De repente sentí un hormigueo por las piernas. Al principio pensé que era por la emoción del mensaje, pero el hormigueo continuaba. Me destapé y descubrí a una cucaracha gigante y a sus hijitos merodeando por mi colchón y para mi horror, mis piernas.

-¡¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaah!!!!!

Me levanté de la cama como una bala y tropecé con la maleta, que gracias a mi gran inteligencia había dejado abierta y con el cepillo asomando.

-¡Aaayyyy! ¡Maldito cepillo!-lo había pisado.
Salí de la habitación gritando. Al cabo de unos segundos se abrió la puerta de enfrente con un despeinado Dante (el azafato).

-¡¿Qué pasa?!
-¡Cucarachaaas! ¡Hay millones!

Por las escaleras apareció una mujer bastante mayor. La dueña del hotel.

-La habitación está llena de cucaracahas. No puedo dormir ahí. Tiene que darme otra habitación.
-No hay más.
-Pues que la limpien
-Servicio de limpieza de 12 a 3.
-Pero...
-De 12 a 3, duerma señorina.

La mujer se fue repitiendo eso.

-¿Y ahora donde duermo yo?
-Puedes dormir conmigo si quieres.

Me sobresalté. Ya no me acordaba de que estaba ahí.

-¿De verdad que no te importa?
-¡Claro que no! No todos los días puedo tener a una señorina tan guapa como tu en mi cuarto. Jajaja.

Me puse roja como un tomate, pero no me vio. Al menos eso creo.

-Vamos a dentro.

Su habitación no tenía sofá, pero sí una cama doble. Nos metimos en la cama, bastante alejados. Se quitó la camiseta y como había un poco de luz pude ver su morena tableta. Resiste, me dije, piensa en el mensaje.

Iba a ser una noche muuuy larga.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Nápoles


Fue un vuelo espantoso. No solo porque lo paso un poco mal en las alturas, sino porque estuves las dos horas y media del vuelo preguntandome si me encontraria al azafato.

Llegué a Nápoles a las 11:45, mas ojerosa que un buho. Me acerque a la cinta donde están circulando las maletas esperando a que su dueño las recoja. La mía no la veía por ninguna parte. Estaba muerta después del vuelo y encima tenía que esperar a las maletas. Conclusión: genial.

-Oye perdona-dijo una voz musical y alegre. La del azafato

No podía ser cierto. Me giré muy rápido, creo que con una mueca algo extraña.

-Que?
-Esta es tu maleta?-señalaba una maleta rajada un con un par de camisetas salidas.
-No puede ser!

Me agaché para recoger lo que quedaba de mi maleta preferida. Ahí llevaba casi toda mi ropa. Por lo menos me quedaba el neceser y otra un poco más pequeña, pero era ropa de invierno. Estaba realmente jodida. Pero como a veces me daban arrranques de optimismo me dije que así podría comprar más ropa.

-Si quieres puedo dejarte ropa mía-dijo sonriendo.

Me reí un poco, pero no estaba muy de humor.

-Gracias, pero creo que todavía tengo un poco de ropa-dije señalando a la maleta que estaba pasando a mi lado.

Me acerqué y la cogí. Menos mal que no sabía que ahí solo había ropa de invienrno.

-En que hotel te alojas?
-En uno de Sea Hoteles, pero no se dónde está...-ya me estaba imaginando lo que me iba a decir el caballero italianocuando dijo:

-En el mismo que yo!-dijo muy sonriente-te puedo acompañar si lo deseas.

Su acento era irresistible.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Aeropuerto




El aeropuerto estaba abarrotado de gente. Estaba en la terminal T4, a punto de embarcar en el vuelo 571-A destino Nápoles. Todavía esperaba que Aaron apareciera en el último momento, con su maleta en la mano y esa sonrisa traviesa.

Iba a empezar el viaje deprimida y sin ganas. Por desgracia no había encontrado a nadie con quien ir, todos estaban con su familia, o con su pareja o trabajando... Me estaba que dando sin amigos. De repente me invadió una gran tristeza, pero me dije a mi misma que no podía empezar un viaje como aquel en aquellas condiciones.
Era la siguiente para enseñar mi pasaporte y todo eso. Miré en mi bolso para coger las cosas y cuando levanté la vista vi al azafato (o lo que sea) más guapo del mundo. Me sonrió y me dijo con un suave acento italiano:
-No puedo dejar que una chica tan hermosa como tú entre en mi país sin una sonrisa.
-Ah-dije riendo como una estúpida.
Esa fue mi birllante respuesta. Era el chico más guapo del aeropuerto y solo decía ah. Me repaeó en lo más fondo de mi ser.
Como ya no podía hacer nada para remediarlo cogí mis cosas y salí escopetada hacía el avión. Metí el bolso en el compartimento de equipaje de mano y me senté.
La vista no era muy bonita, solo veía las pistas de aterrizaje, etc. Empecé a mirar a la entrada para ver si entraba el azafato, y deseando que no lo hiciera porque me moriría de vergüenza.
De repente me acordé de Aaron. Sacudí la cabeza. Aaron era un tío estupendo y muuuuy sexy. no debía estar comiendome el coco con otros tós, por muy buenos que estuvieran. Además, le quería mucho.
Despegamos.

martes, 28 de septiembre de 2010

Equipaje



Empecé a meter la ropa en la maleta. Metí un poco de todo, pero dejé hueco, porque tenía intención de comprarme ropa en todos los países a los que fueramos, que no iban a ser pocos.

No me lo podía creer. Tres meses de viajes por todo el mundo y en hoteles de lujo. Y lo mejor,

con Aaron. Estaba loca por él. Todo en él era perfecto, su sonrisa, sus ojos color marrón café, su pelo castaño, su piel morena, su olor... Y por supuesto, su inncreible tableta. Me derretía solo de pensar en él. A demás siempre me divertía con él y me comprendía. Lo malo es que es judío, y tiene unas cuantas prohibiciones, y a sus padres no les parecía bien. En realidad, la que se oponía era su madre, a su padre le daba igual.
Oí que se abría la puerta. Era Aaron. Fuí corriendo a abrazarle, pero su cara me dijo que no traía buenas noticias y me paré delante de él.
-Tenemos que hablar.
-¿Qué pasa?
-No voy a poder ir contigo al viaje.